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13/05/2008
CIUDAD DEL VATICANO, martes, 13 mayo 2008 (ZENIT.org).- Con el aliento del Papa, el Pontificio Consejo para los Laicos convoca a un centenar de obispos de los cinco continentes para reflexionar «sobre los movimientos eclesiales y las nuevas comunidades como don del Espíritu Santo para la Iglesia de nuestro tiempo».
Se trata de un Seminario de estudio para obispos, que acogerá la localidad romana de Rocca di Papa --del 15 al 17 de mayo-- tras las estela de eventos anteriores en torno a la solemnidad de Pentecostés.
Enn la vigilia de Pentecostés de hace dos años, los movimientos eclesiales y las nuevas comunidades fueron protagonistas de un extraordinario encuentro -recuerda el dicasterio para los Laicos-- con el Santo Padre en la Plaza de San Pedro en el Vaticano.
Prólogo de ese momento fue un congreso de más de un centenar de responsables de realidades eclesiales sobre el tema: «La belleza de ser cristiano y la alegría de comunicarlo».
El Pontificio Consejo para los Laicos -explica en un comunicado-- «desea continuar con los pastores provenientes de cada parte del mundo la reflexión sobre los movimientos eclesiales y las nuevas comunidades como don del Espíritu Santo para la Iglesia de nuestro tiempo».
Además, el tiempo transcurrido desde una iniciativa análoga -en junio de 1999- se ha mostrado «fecundo para un conocimiento recíproco más profundo y una mayor conciencia del papel que estas diversas realidades tienen en la obra de la nueva evangelización», añade, confirmando asimismo la «perfecta continuidad del pensamiento de Benedicto XVI con el magisterio del siervo de Dios Juan Pablo II».
Más de cien obispos de medio centenar de países de los cinco continentes participarán en este seminario de estudio, junto a representantes de una veintena de movimientos eclesiales, tales como la Comunidad de San Egidio, los Focolares, distintas realidades de la Renovación Carismática Católica, Shalom, Emmanuel, Comunión y Liberación, y la Comunidad Juan XXIII, ejemplifica el dicasterio a Zenit.
La exhortación de Benedicto XVI a un grupo de obispos --«Os pido que salgáis al encuentro de los movimientos con mucho amor»-- guiará los trabajos. Se contiene en el discurso que el Papa dirigió a prelados alemanes el 18 de noviembre de 2006, en visita «ad limina».
«Después del Concilio, el Espíritu Santo nos ha regalado los "movimientos". A veces al párroco o al obispo les pueden parecer algo extraños, pero son lugares de fe en los que los jóvenes y los adultos experimentan un modelo de vida en la fe como oportunidad para la vida de hoy. Por eso os pido que salgáis al encuentro de los movimientos con mucho amor -les dijo el Santo Padre--. En ciertos casos hay que corregirlos, insertarlos en el conjunto de la parroquia o de la diócesis, pero debemos respetar sus carismas específicos y alegrarnos de que surjan formas comunitarias de fe en las que la palabra de Dios se convierte en vida».
Intervenciones, grupos de trabajo, ponencias, una mesa redonda, debates en sesión plenaria y momentos de intercambio entre obispos y fundadores o representantes de movimientos componen el programa de este Seminario.
El objetivo es profundizar en el significado teológico-eclesial y pastoral del fenómeno de los movimientos eclesiales y de las nuevas comunidades y trazar las tareas de los pastores respecto a aquellos.
El jueves se inaugurarán los trabajos con la concelebración eucarística que presidirá el cardenal Tarcisio Bertone. A continuación el cardenal Stanislaw Rylko intervendrá sobre «Los movimientos eclesiales y las nuevas comunidades en las enseñanzas de Juan Pablo II y Benedicto XVI».
Dos conferencias añadirán reflexiones a esta primera jornada: la primera a cargo de monseñor Piero Coda: «Los movimientos eclesiales y las nuevas comunidades en la misión de la Iglesia:
aproximación teológica, perspectivas pastorales y misioneras»; la siguiente a cargo del profesor Arturo Cattaneo: «Los movimientos y las nuevas comunidades en las Iglesias particulares».
En el momento de testimonios se contará con monseñor Alberto Taveira Corrêa --«Discernimiento de los carismas: algunos criterios prácticos»--, monseñor Dominique Rey --«Acogida de los movimientos y las nuevas comunidades en las Iglesias particulares»-- y monseñor Javier Augusto Del Río Alba --«Acompañamiento pastoral de los movimientos y las nuevas comunidades»--.
La concelebración eucarística que presidirá el cardenal William Joseph Levada abrirá la sesión del viernes, en la que presentarán comunicaciones sobre «Los movimientos y las nuevas comunidades» Luis Fernando Figari -acerca de «escuelas de formación cristiana»--, Dominque Vermersch --«compañías misioneras»--, monseñor Massimo Camisasca --«fuentes de nuevas vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada»-- y monseñor Claudiano Strazzari --«ambientes de formación permanente de los sacerdotes»--.
Monseñor Josef Clemens pronunciará el mismo día una conferencia: «Los movimientos eclesiales y el ministerio petrino: "Os pido que seáis aún más, mucho más, colaboradores en el ministerio Apostólico universal del Papa"».
Los grupos de trabajo previstos para el viernes profundizarán en el tema de «Los movimientos y las nuevas comunidades como "respuesta providencial" a los desafíos que la cultura contemporánea plantea a la misión de la Iglesia en las distintas áreas geográficas», y también se celebrará un coloquio con fundadores y responsables de movimientos eclesiales y nuevas comunidades, como Kiko Argüello, Giovanni Paolo Ramonda y Andrea Riccardi.
El sábado, tras la Eucaristía que presidirá el cardenal Rylko, los participantes del seminario se desplazarán al Vaticano, donde Benedicto XVI les recibirá en Audiencia.
Por la tarde celebrarán finalmente una mesa redonda sobre «Pastores y movimientos en la edificación del único Cuerpo: esperanzas recíprocas», con la participación del cardenal Camillo Ruini, monseñor André-Mutien Léonard, el padre Julián Carrón y Moysés Louro de Azevedo Filho.
Por Marta Lago
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27/01/2008 Amordazar al Papa
Choque cultural y laicismo empobrecedor
ROMA, domingo, 27 enero 2008 (ZENIT.org).- La intolerancia del laicismo radical ha mostrado su cara en las protestas que han impedido Al Papa visitar su discurso en la universidad romana de «La Sapienza». Las objeciones a la presencia del Papa han ido desde su supuesta hostilidad a la ciencia y a Galileo a argumentos antirreligiosos más específicos en contra de la presencia de la cabeza de la Iglesia católica en una universidad laica.
El incidente ha sido sólo la última muestra de una tendencia que algunos denominan «cristianofobia». Cada año, en diciembre, se repiten las prohibiciones a las escenas de Navidad y a los villancicos cristianos en lugares públicos y colegios. En Europa, durante los últimos años se han hecho numerosos intentos para quitar los crucifijos de las clases y edificios públicos.
En Gran Bretaña un tribunal de trabajo acaba de respaldar la decisión de British Airways de prohibir a Nadia Eweida llevar a trabajar una pequeña cruz en el cuello, informaba el 9 de enero el periódico británico Independent.
El obispo de Limerick, monseñor Donald Murray, en la revista «Culturas y fe» (volumen XV, número 4), publicada por el Pontificio Consejo para la Cultura, hacía una reflexión sobre los temas implicados en el conflicto entre religión y cultura laica.
Al comenzar su comentario, originalmente un discurso dado por el obispo en una conferencia el pasado noviembre, observaba: «Muchas voces nos dicen que la religión no tiene lugar en la variedad, complejidad y sofisticación de la vida moderna».
De hecho, continuaba, muchas áreas en el mundo de hoy se han convertido en lo que se denomina «zonas libres de religión». Además, cuando la fe interviene en la vida pública, suele ser en forma de controversias, escándalos y críticas personales, presentando así la religión como algo conflictivo.
Ignorar la religión
Tras esta tendencia, monseñor Murray identificaba dos premisas subyacentes. La primera, que la religión no tiene lugar en el discurso público y que se debe ignorar la religión. La segunda, que si los puntos de vista de una persona sobre temas sociales se inspiran en una tradición religiosa, entonces no pueden presentarse en un debate racional.
Por tanto, lo que está ocurriendo, explicaba, no es un conflicto entre la religión y lo secular, sino más bien un conflicto entre quienes piensan que Dios es irrelevante y quienes creen que dicha afirmación contradice tanto la fe como una comprensión apropiada de la realidad secular. Son los que buscan imponer una ideología de laicismo quienes están causando el enfrentamiento, acusaba el prelado irlandés.
La sociedad no necesita abrazar una fe religiosa en particular, clarificaba monseñor Murray, sino que necesita comprender que la vida tiene una dimensión religiosa. La sociedad sólo se beneficiará si sus ciudadanos reflexionan sobre las cuestiones profundas de la vida que tienen que ver con nuestro destino y el significado de la existencia. La cuestión - ¿qué es un ser humano? - no puede responderse de forma adecuada con una mera lista de ingredientes químicos, aseveraba.
Desgraciadamente, los avances científicos, aunque han traído consigo muchos beneficios, nos han llevado a pensar que sólo lo que se puede probar científicamente es verdad, añadía Mons. Murray. Esta es una visión muy reduccionista de la vida humana y la religión tiene un papel importante que desempeñar para ayudarnos a descubrir el significado de la vida.
Otros comentaristas han apuntado también la tendencia a negar un papel a la religión en los debates contemporáneos. John Haldane, profesor de filosofía en la Universidad St. Andrews, escribiendo el 8 de junio en el periódico Scotsman, se refería a las objeciones que se hacen cuando la Iglesia enseña que el aborto está moralmente mal.
Hay una influencia invasora del relativismo, explicaba, según la cual no existe nada parecido a una verdad moral objetiva. Esta tendencia de la verdad objetiva a la convicción subjetiva ha empobrecido el discurso público, según Haldane.
Encontrar la verdad
«Parece perderse de vista, o quizá rechazarse, la misma idea de que la felicidad de uno puede depende de la respuesta a las cuestiones existenciales fundamentales, y que ha habido sistemas filosóficos y teológicos comprensivos que trataron de resolver esto», añadía Haldane.
En cuanto al conflicto entre religión y ciencia planteado por algunos de los que protestaron contra la visita del Papa a la Universidad de «La Sapienza», un libro publicado recientemente da luz sobre este tema. En «God's Undertaker: Has Science Buried God» (Lion), (El Sepulturero de Dios: ¿Ha enterrado la Ciencia a Dios?), John Lennox, profesor de matemáticas en la Universidad de Oxford, sostiene que la ciencia no va tomada de la mano del ateísmo.
Galileo, Newton y la mayoría de las grandes figuras científicas del pasado no sintieron que les inhibiera la creencia en un Dios creador, apuntaba Lennox. La idea de que la fe es completamente irracional es también falsa. «De hecho, la fe es una respuesta a las evidencias, no un regocijarse en la falta de evidencias», comentaba.
Por ello, Lennox advertía en contra de ver la relación entre ciencia y religión únicamente en términos de conflicto. También observaba que es un error concebir la ciencia como algo filosófica y teológicamente neutral.
La ciencia, continuaba Lennox, no debería considerarse como el único camino para descubrir la verdad, ni como la única capaz de explicar cualquier cosa. Por ejemplo, por qué existe el universo, y por qué las leyes de la física tienen una estructura va más allá de la ciencia.
La dictadura del relativismo
Benedicto XVI ya lleva mucho tiempo advirtiendo contra la intolerancia religiosa presente en la cultura contemporánea. «Tener una fe clara, según el Credo de la Iglesia, es etiquetado con frecuencia como fundamentalismo», observaba cuando poco antes de su elección daba la homilía para la elección del Romano Pontífice, el 18 de abril de 2005.
El relativismo, continuaba, se presenta como la única actitud acorde con las exigencias de los tiempos modernos. El peligro de esto: «Se va constituyendo una dictadura del relativismo que no reconoce nada como definitivo y que sólo deja como última medida el propio yo y sus ganas».
La Iglesia ofrece algo diferente, explicaba el entonces cardenal Joseph Ratzinger. Ofrece al Hijo de Dios, y una fe adulta que no sigue las últimas tendencias, sino que se arraiga en la amistad con Cristo.
«Esta amistad nos abre a todo lo que es bueno y nos da la medida para discernir entre lo verdadero y lo falso, entre el engaño y la verdad», afirmaba.
Benedicto XVI se refería a la importancia de distinguir la verdad en el texto que debería haber sido su discurso en la Universidad de «La Sapienza». La autoridad que gobierna una universidad, insistía el Papa, debería ser la de la verdad.
Al hablar de la verdad, el Pontífice comentaba que algunos pueden objetar que sus juicios están guiados por la fe y, por tanto, no tienen validez racional. Refiriéndose a un argumento presentado por el filósofo John Rawls, el Papa mantenía que la Iglesia presenta un cuerpo de ideas y principios desarrollado durante siglos, que es parte del patrimonio de la sabiduría humana.
El cuerpo de conocimientos acumulado en las grandes tradiciones religiosas no debería ser tirado a la papelera por una razón que busca construirse a sí misma sin ninguna referencia a la historia, recomendaba Benedicto XVI.
Una gran parte del texto del Papa se dedicaba a reflexionar sobre la naturaleza de la universidad. Al final de su discurso advertía en contra del peligro de que la cultura europea llegue a estar excesivamente preocupada por preservar una forma pura de laicismo y excluya así, de forma rígida, al cristianismo.
El Papa advertía que esto no hará que la razón sea más pura, sino que conducirá sólo a su destrucción. La Iglesia no impone su fe, sino que ofrece la luz de Cristo que ayude a la razón a descubrir la verdad, concluía.
Por el padre John Flynn, L. C., traducción de Justo Amado
[Cf. «El discurso que el Papa no pudo leer en la Universidad la "Sapienza"», Zenit, 25 de enero de 2008]
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¿Tenemos tiempo y espacio para Dios?
Benedicto XVI. Mensaje de Navidad 2007
Autor: S.S. Benedicto XVI
«Nos ha amanecido un día sagrado:
venid, naciones, adorad al Señor, porque
hoy una gran luz ha bajado a la tierra»
(Misa del día de Navidad, Aclamación al Evangelio).
Queridos hermanos y hermanas: «Nos ha amanecido un día sagrado». Un día de gran esperanza: hoy el Salvador de la humanidad ha nacido. El nacimiento de un niño trae normalmente una luz de esperanza a quienes lo aguardan ansiosos. Cuando Jesús nació en la gruta de Belén, una «gran luz» apareció sobre la tierra; una gran esperanza entró en el corazón de cuantos lo esperaban: «lux magna», canta la liturgia de este día de Navidad.
Ciertamente no fue «grande» según el mundo, porque, en un primer momento, sólo la vieron María, José y algunos pastores, luego los Magos, el anciano Simeón, la profetisa Ana: aquellos que Dios había escogido. Sin embargo, en lo recóndito y en el silencio de aquella noche santa se encendió para cada hombre una luz espléndida e imperecedera; ha venido al mundo la gran esperanza portadora de felicidad: «el Verbo se hizo carne y nosotros hemos visto su gloria» (Jn 1,14)
«Dios es luz –afirma san Juan– y en él no hay tinieblas» (1 Jn 1,5). En el Libro del Génesis leemos que cuando tuvo origen el universo, «la tierra era un caos informe; sobre la faz del Abismo, la tiniebla». «Y dijo Dios: “que exista la luz”. Y la luz existió» (Gn 1,2-3). La Palabra creadora de Dios es Luz, fuente de la vida. Por medio del Logos se hizo todo y sin Él no se hizo nada de lo que se ha hecho (cf. Jn 1,3).
Por eso todas las criaturas son fundamentalmente buenas y llevan en sí la huella de Dios, una chispa de su luz. Sin embargo, cuando Jesús nació de la Virgen María, la Luz misma vino al mundo: «Dios de Dios, Luz de Luz», profesamos en el Credo. En Jesús, Dios asumió lo que no era, permaneciendo en lo que era: «la omnipotencia entró en un cuerpo infantil y no se sustrajo al gobierno del universo» (cf. S. Agustín, Serm 184, 1 sobre la Navidad). Aquel que es el creador del hombre se hizo hombre para traer al mundo la paz. Por eso, en la noche de Navidad, el coro de los Ángeles canta: «Gloria a Dios en el cielo / y en la tierra paz a los hombres que Dios ama» (Lc 2,14).
«Hoy una gran luz ha bajado a la tierra». La Luz de Cristo es portadora de paz. En la Misa de la noche, la liturgia eucarística comenzó justamente con este canto: «Hoy, desde el cielo, ha descendido la paz sobre nosotros» (Antífona de entrada). Más aún, sólo la «gran» luz que aparece en Cristo puede dar a los hombres la «verdadera» paz. He aquí por qué cada generación está llamada a acogerla, a acoger al Dios que en Belén se ha hecho uno de nosotros.
La Navidad es esto: acontecimiento histórico y misterio de amor, que desde hace más de dos mil años interpela a los hombres y mujeres de todo tiempo y lugar. Es el día santo en el que brilla la «gran luz» de Cristo portadora de paz.
Ciertamente, para reconocerla, para acogerla, se necesita fe, se necesita humildad. La humildad de María, que ha creído en la palabra del Señor, y que fue la primera que, inclinada ante el pesebre, adoró el Fruto de su vientre; la humildad de José, hombre justo, que tuvo la valentía de la fe y prefirió obedecer a Dios antes que proteger su propia reputación; la humildad de los pastores, de los pobres y anónimos pastores, que acogieron el anuncio del mensajero celestial y se apresuraron a ir a la gruta, donde encontraron al niño recién nacido y, llenos de asombro, lo adoraron alabando a Dios (cf. Lc 2,15-20). Los pequeños, los pobres en espíritu: éstos son los protagonistas de la Navidad, tanto ayer como hoy; los protagonistas de siempre de la historia de Dios, los constructores incansables de su Reino de justicia, de amor y de paz.
En el silencio de la noche de Belén Jesús nació y fue acogido por manos solícitas. Y ahora, en esta nuestra Navidad en la que sigue resonando el alegre anuncio de su nacimiento redentor, ¿quién está listo para abrirle las puertas del corazón?
Hombres y mujeres de hoy, Cristo viene a traernos la luz también a nosotros, también a nosotros viene a darnos la paz. Pero ¿quién vela en la noche de la duda y la incertidumbre con el corazón despierto y orante? ¿Quién espera la aurora del nuevo día teniendo encendida la llama de la fe? ¿Quién tiene tiempo para escuchar su palabra y dejarse envolver por su amor fascinante? Sí, su mensaje de paz es para todos; viene para ofrecerse a sí mismo a todos como esperanza segura de salvación.
Que la luz de Cristo, que viene a iluminar a todo ser humano, brille por fin y sea consuelo para cuantos viven en las tinieblas de la miseria, de la injusticia, de la guerra; para aquellos que ven negadas aún sus legítimas aspiraciones a una subsistencia más segura, a la salud, a la educación, a un trabajo estable, a una participación más plena en las responsabilidades civiles y políticas, libres de toda opresión y al resguardo de situaciones que ofenden la dignidad humana.
Las víctimas de sangrientos conflictos armados, del terrorismo y de todo tipo de violencia, que causan sufrimientos inauditos a poblaciones enteras, son especialmente las categorías más vulnerables, los niños, las mujeres y los ancianos. A su vez, las tensiones étnicas, religiosas y políticas, la inestabilidad, la rivalidad, las contraposiciones, las injusticias y las discriminaciones que laceran el tejido interno de muchos países, exasperan las relaciones internacionales. Y en el mundo crece cada vez más el número de emigrantes, refugiados y deportados, también por causa de frecuentes calamidades naturales, como consecuencia a veces de preocupantes desequilibrios ambientales.
En este día de paz, pensemos sobre todo en donde resuena el fragor de las armas: en las martirizadas tierras del Dafur, de Somalia y del norte de la República Democrática del Congo, en las fronteras de Eritrea y Etiopía, en todo el Medio Oriente, en particular en Irak, Líbano y Tierra Santa, en Afganistán, en Pakistán y en Sri Lanka, en las regiones de los Balcanes, y en tantas otras situaciones de crisis, desgraciadamente olvidadas con frecuencia.
Que el Niño Jesús traiga consuelo a quien vive en la prueba e infunda a los responsables de los gobiernos sabiduría y fuerza para buscar y encontrar soluciones humanas, justas y estables. A la sed de sentido y de valores que hoy se percibe en el mundo; a la búsqueda de bienestar y paz que marca la vida de toda la humanidad; a las expectativas de los pobres, responde Cristo, verdadero Dios y verdadero Hombre, con su Natividad.
Que las personas y las naciones no teman reconocerlo y acogerlo: con Él, «una espléndida luz» alumbra el horizonte de la humanidad; con Él comienza «un día sagrado» que no conoce ocaso. Que esta Navidad sea realmente para todos un día de alegría, de esperanza y de paz.
«Venid, naciones, adorad al Señor». Con María, José y los pastores, con los Magos y la muchedumbre innumerable de humildes adoradores del Niño recién nacido, que han acogido el misterio de la Navidad a lo largo de los siglos, dejemos también nosotros, hermanos y hermanas de todos los continentes, que la luz de este día se difunda por todas partes, que entre en nuestros corazones, alumbre y dé calor a nuestros hogares, lleve serenidad y esperanza a nuestras ciudades, y conceda al mundo la paz.
Éste es mi deseo para quienes me escucháis. Un deseo que se hace oración humilde y confiada al Niño Jesús, para que su luz disipe las tinieblas de vuestra vida y os llene del amor y de la paz. El Señor, que ha hecho resplandecer en Cristo su rostro de misericordia, os colme con su felicidad y os haga mensajeros de su bondad. ¡Feliz Navidad!
Urbi et Orbi
¡Feliz Navidad! Que la Paz de Cristo reine en vuestros corazones, en las familias y en todos los pueblos.
Escuela esencial de esperanza, la oración
viernes, 30 noviembre 2007
ZS07113010 - 30-11-2007
Permalink: http://www.zenit.org/article-25637?l=spanish
Benedicto XVI: Escuela esencial de esperanza, la oración
Según su segunda encíclica «Spe salvi»
CIUDAD DEL VATICANO, viernes, 30 noviembre 2007 (ZENIT.org).- «Lugar primero y esencial de aprendizaje de la esperanza es la oración», advierte Benedicto XVI en su segunda encíclica, «Spe salvi», que ha firmado y publicado este viernes.
Su reflexión sobre la «esperanza cristiana» se dirige a las inquietudes del corazón humano, ofreciendo las razones de la certeza que cambia la vida del creyente en Dios.
Y es que la «esperanza» mayor, la que supera todas las dificultades, la que redime al hombre, viene del encuentro real con Dios, que ha manifestados la totalidad de su amor en Cristo Jesús, recuerda el Papa.
Esta verdadera esperanza es necesario reaprenderla --exhorta- para poder ofrecerla al mundo. Y para ello la encíclica acude a algunos testigos de esperanza y a su encuentro personal con Dios.
Benedicto XVI, al comienzo de su encíclica, brinda el ejemplo de la esclava sudanesa canonizada por Juan Pablo II, Josefina Bakhita. Pasó terribles sufrimientos, vendida desde niña, hasta que llegó a conocer al Dios vivo, el Dios de Jesucristo.
Oyó decir que existía un «Señor de todos los señores», «la bondad en persona»; supo que «este Señor también la conocía», «más aún, que la quería», que «había afrontado personalmente el destino de ser maltratado y ahora la esperaba "a la derecha de Dios Padre" -escribe el Papa--. En ese momento tuvo "esperanza"».
«A través del conocimiento de esta esperanza ella fue "redimida" --subraya--, ya no se sentía esclava, sino hija libre de Dios. Entendió lo que Pablo quería decir cuando recordó a los Efesios que antes estaban el mundo sin esperanza y sin Dios; sin esperanza porque estaban sin Dios».
A partir de entonces, sintió el deber de extender «la liberación que había recibido mediante el encuentro con el Dios de Jesucristo; que la debían recibir otros, el mayor número posible de personas», apunta el Santo Padre, rechazando de la esperanza cualquier pretensión de individualismo.
Pues hay otro testigo de que, en una situación de «desesperación aparentemente total», la escucha de Dios y poder hablarle fue una fuerza creciente de esperanza: se trata del siervo de Dios el cardenal vietnamita François-Xavier Nguyên Van Thuân (1928-2002), una figura inolvidable, dice el Papa.
Trece años en las cárceles vietnamitas; de ellos nueve en aislamiento: su experiencia de esperanza, gracias a la oración, «le permitió ser para los hombres de todo el mundo un testigo de esa gran esperanza que no se apaga ni siquiera en las noches de soledad», constata Benedicto XVI.
Por eso, de la mano de estos testigos de esperanza, indica en la oración la escuela de la esperanza mayor.
«El encuentro con Dios despierta mi conciencia» -indica el Papa-- «para que se transforme en capacidad para escuchar el Bien mismo».
Y si la oración debe ser «muy personal» --«una confrontación de mi yo con Dios, con el Dios vivo»--, también debe esta «guiada e iluminada una y otra vez por las grandes oraciones de la Iglesia y de los santos», de forma que siempre haya una «interrelación entre oración pública y oración personal», se lee en la encíclica.
«Así --confirma el Papa- podemos hablar a Dios, y así Dios nos habla a nosotros», y nos vamos purificando, haciéndonos «capaces de Dios e idóneos para servir a los hombres», «capaces de la gran esperanza» y «ministros de la esperanza para los demás», porque ésta es siempre la esperanza en sentido cristiano.
Por Marta Lago
El Papa presenta el ejemplo de Piergiorgio Frassati, estudiante y deportista
CIUDAD DEL VATICANO, miércoles, 4 julio 2007 (ZENIT.org).- Benedicto XVI presentó este miércoles el modelo de vida del beato Piergiorgio Frassati, joven estudiante y deportista fallecido a los 24 años.
Al final de la audiencia general, el Papa dirigió un breve saludo a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados para presentarles a este beato italiano de la Acción Católica, quien vivió entre el año 1901 y 1925, cuya memoria litúrgica se celebraba en este día.
«Que su ejemplo os dé fuerzas, queridos jóvenes, para testimoniar el Evangelio en toda circunstancia de la vida», dijo el Santo Padre.
«Que os ayude a vosotros, queridos enfermos, a ofrecer vuestros sufrimientos cotidianos para que se realice en el mundo la civilización del amor», añadió.
«Que os apoye a vosotros, queridos recién casados --algunos llevaban los vestidos de bodas—a construir vuestra familia sobre la sólida base de la íntima unión con Dios».
Piergiorgio era hijo de Alfredo Frassati, fundador y director del diario «La Stampa», todavía hoy uno de los periódicos más importantes en Italia.
Para estar cercano a los mineros, el joven muchacho decidió estudiar ingeniería de minas en el Politécnico de Turín.
Apasionado por la montaña, hacía de sus excursiones una oportunidad de apostolado y oración en común. Poco antes de obtener el título de ingeniero, enfermó de poliomielitis. Murió, tras una semana de sufrimientos, el 4 de julio de 1925.
Juan Pablo II, quien se inspiró en su ejemplo durante su juventud, como él mismo revelaría después, beatificó a Piergiorgio Frassati el 20 de mayo de 1990.
ZS07061712 - 17-06-2007
Permalink: http://www.zenit.org/article-24037?l=spanish
Benedicto XVI revela en Asís el secreto de san Francisco, el amor a Cristo
El pontífice recuerda los ochocientos años de su conversión
ASÍS, domingo, 17 junio 2007 (ZENIT.org).- Benedicto XVI hizo este domingo una maratónica visita a Asís para revelar el secreto que ha hecho de san Francisco una figura que sigue fascinando al mundo contemporáneo, el amor a Cristo.
«Qué es la vida de san Francisco, convertido, sino un gran acto de amor», preguntó durante la celebración de la misa en la Plaza inferior de San Francisco.
La peregrinación del pontífice recordó los ochocientos años de la conversión del fundador de los franciscanos.
«Esta conversión a Cristo, hasta el deseo de “transformarse” en Él, convirtiéndose en una imagen cumplida, explica su vida tan particular, en virtud de la cual, se nos presenta tan actual respecto a los grandes temas de nuestro tiempo», indicó.
Entre estas cuestiones de actualidad, citó «la búsqueda de la paz, la salvaguardia de la naturaleza, la promoción del diálogo entre todos los hombres. Francisco es un verdadero maestro en todo esto».
«Pero lo es a partir de Cristo --aclaró--. Cristo es, de hecho, “nuestra paz”. Cristo es el principio mismo del cosmos, pues en Él todo ha sido hecho».
La peregrinación del Papa comenzó a primeras horas de la mañana en helicóptero. Ante todo, quiso visitar el santuario de Rivotorto, donde en tiempos de Francisco «eran relegados aquellos leprosos a quienes el santo se acercó con misericordia, comenzando así su vida de penitente», como recordó el mismo Santo Padre.
«Servir a los leprosos hasta besarles no fue sólo un gesto de filantropía, una conversión, por así decir, “social”, sino una auténtica experiencia religiosa, ordenada por iniciativa de la gracia y del amor de Dios», aclaró.
Después el obispo de Roma visitó el santuario que recuerda la «pobre morada» de Francisco y de sus primeros hermanos, en la pequeña iglesia de San Damián.
A continuación, se dirigió a la Basílica de Santa Clara, y allí, en la capilla de las monjas clarisas adoró al sacramento de la Eucaristía y veneró el Crucifijo de San Damián, de quien Francisco escuchó la frase programática que cambiaría su vida: «Vete, Francisco, repara mi casa».
«Era una misión que comenzaba con la plena conversión de su corazón para convertirse después en levadura evangélica esparcida a manos llenas en la Iglesia y en la sociedad», recordó después el Papa.
Tras la misa y un llamamiento a la paz, particularmente en Oriente Medio, lanzado durante el Ángelus, el sucesor de Pedro visitó la tumba de san Francisco en la Basílica inferior.
A continuación, almorzó con los frailes franciscanos del Sacro Convento. Más tarde, en la sala capitular de esa comunidad religiosa, saludó a las hermanas clarisas capuchinas alemanas del Monasterio de la Santa Cruz.
Luego, en la Basílica Superior de San Francisco, el Papa encontró a los participantes en el capítulo general de la Orden Franciscana de los Hermanos Menores Conventuales, y con la Comunidad del Sacro Convento, y les entregó un mensaje.
Tras encontrarse en la catedral de Asís con los sacerdotes, diáconos, religiosos, religiosas y seminaristas, el Papa visitó la Porciúncula, en Basílica di Santa Maria de los Ángeles, la capilla restaurada por san Francisco al descubrir su vocación que le llevaría a la fundación de la Orden franciscana (1209).
En la explanada que se encuentra junto a la Basílica, el Papa tenía previsto culminar su visita a Asís con un multitudinario encuentro con los jóvenes, que, como él explicó buscaba un objetivo claro: «que el joven Francisco, convertido a Cristo, les hable a su corazón».
ZS07061506 - 15-06-2007
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El Papa denuncia «el ataque sistemático al matrimonio y la familia»
En particular, en los medios de comunicación
CIUDAD DEL VATICANO, viernes, 15 junio 2007 (ZENIT.org).- Benedicto XVI denunció este viernes «el ataque sistemático al matrimonio y a la familia» que se registra en los medios de comunicación.
Y este fenómeno, afirmó, tiene lugar en pleno proceso de secularización, particularmente en Occidente.
Estas dos constataciones forman parte del análisis sobre los desafíos que la Iglesia en Eslovaquia tiene que afrontar, después de haber superado la persecución comunista, al reunirse con sus obispos con motivo de su quinquenal visita «ad limina apostolorum».
Eslovaquia, país surgido de la separación de la República Checa, el 1 de enero de 1993, cuenta con cinco millones y medio de habitantes, de los cuales casi el 75% son católicos.
Tras el derrumbe de la Unión Soviética, constató el Papa, Eslovaquia «está entrando cada vez más, desde el punto de vista religioso-cultural, en la dinámica típica de otros países europeos de antigua tradición cristiana, fuertemente marcados, en nuestra época, por un amplio proceso de secularización».
«Las comunidades cristianas que han conservado antiguas y arraigadas prácticas religiosas católicas, después de haber salido del túnel de la persecución», «actualmente están expuestas al riesgo de ver seriamente afectado este patrimonio, que el régimen comunista no logró destruir, por los fermentos característicos de las sociedades occidentales: el consumismo, el hedonismo, el laicismo, el relativismo, etc. ».
Por lo que se refiere a la realidad de las familias, después de haber hablado en días pasados con los obispos y de haber leído sus informes, explicó que «he sabido que también en Eslovaquia comienza a sentirse la crisis del matrimonio y de la natalidad».
Esta crisis, tiene en «primer lugar», reconoció, «causas de carácter económico, que llevan a las parejas jóvenes de novios a retrasar su matrimonio».
«Se registra, además, una menor consideración social por el valor del matrimonio, al que se le añade una fragilidad de las nuevas generaciones, que con frecuencia tienen miedo de asumir decisiones estables y compromisos para toda la vida».
«Otro factor desestabilizador es, sin duda, el ataque sistemático al matrimonio y a la familia dirigido en el ámbito de una cierta cultura y de los medios de comunicación».
«En este contexto, ¿acaso la Iglesia no debe intensificar la oración y seguir comprometiéndose con decisión para ayudar a las familias a afrontar los retos del presente?», se preguntó.
En este contexto, el Papa alentó una «pastoral de los sacramentos bien estructurada, ligada a la de la familia: Matrimonio, Bautismo de los niños, primera Comunión, y Confirmación, con una preparación obligatoria».
En la labor de asistencia de los obispos y sacerdotes a las familias, el Santo Padre concluyó recordando el «válido apoyo» que ofrecen «los grupos, los movimientos y las asociaciones laicales eclesiales, comprometidos en primera línea en la promoción de la vida conyugal y familiar y en la difusión de la enseñanza de la Iglesia sobre el matrimonio, sobre la familia, sobre la moral sexual y sobre los temas de bioética».
Los trabajadores son el patrimonio más valioso de la empresa, asegura el Papa
En un encuentro con los Jóvenes Empresarios de la Confederación General de la Industria Italiana
CIUDAD DEL VATICANO, lunes, 28 mayo 2007 (ZENIT.org).- Benedicto XVI ha explicado a los Jóvenes Empresarios de la Confederación General de la Industria Italiana (Confindustria) que los trabajadores «son el patrimonio más valioso de la empresa».
«La vida humana y sus valores tienen que ser siempre el principio y el fin de la economía», explicó el pontífice a estos jóvenes que no son sólo el futuro sino también el presente de la economía italiana.
En su discurso, el obispo de Roma señaló que «toda empresa tiene que considerase en primer lugar como un conjunto de personas, a las que hay que respetar en sus derechos y en su dignidad».
En este sentido, el Papa explicó que «es indispensable que la referencia última de toda acción económica sea el bien común y las legítimas expectativas del ser humano».
Desde este punto de vista, ilustró el valor que tiene el beneficio en el buen funcionamiento de una empresa.
Citando el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, explicó «Los empresarios y los dirigentes no pueden tener en cuenta exclusivamente el objetivo económico de la empresa, los criterios de la eficiencia económica, las exigencias del cuidado del “capital” como conjunto de medios de producción: el respeto concreto de la dignidad humana de los trabajadores que laboran en la empresa, es también su deber preciso».
«Las personas --añadió el Papa-- constituyen el patrimonio más valioso de la empresa, el factor decisivo de la producción».
«En las grandes decisiones estratégicas y financieras, de adquisición o de venta, de reajuste o cierre de instalaciones, en la política de fusiones, los criterios no pueden ser exclusivamente de naturaleza financiera o comercial», dijo.
Por este motivo, Benedicto XVI pidió que «la actividad laboral vuelva a ser el ámbito en el que el ser humano pueda realizar sus propias facultades, usando toda su capacidad e ingenio personales».
«Depende en gran parte de vosotros, empresarios, el crear las condiciones favorables para que esto suceda», señaló.
El Santo Padre reconoció que este objetivo «no es fácil, dado que el mundo del trabajo se caracteriza por una intensa y perdurable crisis», por este motivo, pidió a los jóvenes empresarios que no ahorren esfuerzos «para salvaguardar el empleo, en particular el de los jóvenes».
«Para construir el propio futuro con confianza, tienen que poder contar con una fuente de de ingresos segura para ellos y para sus seres queridos», concluyó.
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Cardenal Bertone: Los cristianos son la vanguardia de una nueva Europa
ROMA, miércoles, 30 mayo 2007 (ZENIT.org).- Los cristianos no son el «resto» de una Europa que desaparece, sino la vanguardia de una nueva Europa, considera el cardenal Tarcicio Bertone.
El secretario de Estado Vaticano llegó el miércoles a esta conclusión en la conferencia que dictó en el Congreso «Cristianismo y secularización. Retos para la Iglesia y para Europa», organizado por la Universidad Europea de Roma.
En su intervención, resaltó que «la historia ha desmentido los «mesianismos sin mesías» que, separando los valores del cristianismo, privatizando la fe y haciendo la moral autónoma de la religión, creían construir una humanidad auténticamente libre y digna.
Así introdujo las paradojas de la Europa de hoy «que aspira a presentarse como una comunidad de valores, rechazando cada vez más que existan valores universales», sucediendo lo que el Papa Benedicto XVI, con ocasión del 50 aniversario de los Tratados de Roma, expresó como la «apostasía de Europa respecto de sí misma», incluso antes que de Dios.
El cardenal Bertone esbozó que la cerrazón a los valores trascendentales y a la verdad, propios de la secularización «no nutre sino que intoxica; no ilumina el intelecto, sino que lo despista; no alimenta la vida interior sino que la mortifica incluso hasta ahogarla; no refuerza los valores, sino que los hace más inciertos o, incluso, los vacía».
Así las cosas, los cristianos no se conciben como el «resto» de una Europa que desaparece, sino como «la vanguardia de una nueva Europa que puede ser realista pero no cínica, rica en ideales pero libre de ingenuas ilusiones, inspirada en la perenne y vivificante verdad del Evangelio».
Por este motivo los cristianos «tienen el deber de ser al mismo tiempo extraños y presentes a su propio tiempo y a todo tiempo: extraños a las ilusiones generadas por el escepticismo y el nihilismo, en los cuáles se debate el mundo secularizado, pero presentes en todas las dificultades que se derivan de tales ilusiones».
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El Papa presenta a la Conferencia de Aparecida la clave de la nueva evangelización
El anuncio de «Dios es amor»
CIUDAD DEL VATICANO, miércoles, 23 mayo 2007 (ZENIT.org).- Benedicto XVI espera que la Quinta Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, que se celebra hasta el 31 de mayo en el santuario de Nuestra Señora de Aparecida, en Brasil, relance la nueva evangelización de América Latina, centrándose en el corazón del cristianismo: «Dios es amor».
Así lo confesó este miércoles, durante la audiencia general, en la que recordó su viaje apostólico a ese país, que culminó el 13 de mayo con la inauguración de la asamblea episcopal que congrega a algo más de 260 participantes, no sólo de Latinoamérica, sino también de España, Portugal, Estados Unidos y Canadá.
El Santo Padre explicó que espera que esta cumbre eclesial continúe con la obra fundamental del pontificado de Juan Pablo II, quien «siempre insistió en una evangelización “nueva en su ardor, en sus métodos, en su expresión”».
«Con mi viaje apostólico, he querido exhortar a proseguir por este camino, ofreciendo como perspectiva de unificación la de la encíclica “Deus caritas est”, una perspectiva inseparablemente teológica y social, que se resume en esta expresión: “es el amor quien da la vida”», añadió.
«La presencia de Dios, la amistad con el Hijo de Dios encarnado, la luz de su Palabra, son siempre condiciones fundamentales para la presencia y eficiencia de la justicia y del amor en nuestras sociedades», afirmó el Papa.
Por este motivo, Benedicto XVI escogió como tema de la asamblea episcopal «Discípulos y misioneros de Jesucristo para que nuestros pueblos en Él tengan vida. “Yo soy el camino, la verdad y la vida”».
«Renovar con alegría la voluntad de ser discípulos de Jesús, de “estar con Él”, es la condición fundamental para ser misioneros “recomenzando desde Cristo”», añadió.
Estos argumentos han sido recogidos en el esquema de redacción del «Documento final» de Aparecida, aprobado el martes pasado en la asamblea.
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Para Jesús todos son VIP»: propuesta a los jóvenes e-peregrinos de la Jornada de la Juventud
La gran cita del Papa con la juventud del mundo en Sydney (Australia) en 2008
SYDNEY, miércoles, 23 mayo 2007 (ZENIT.org).- Un encuentro con Jesús Resucitado, Quien quiere a las personas de toda clase y condición: es la propuesta de este mes, en tiempo de Pascua, para los jóvenes que ya peregrinan «virtualmente» hacia Sydney (Australia), donde se celebrará la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) en 2008.
La e-PEREGRINACIÓN> («e-PILGRIMAGE>») o peregrinación «on-line» es un instrumento completamente nuevo en las JMJ para llegar a los jóvenes peregrinos y prepararles a ese gran encuentro de fe y fiesta con el Papa.
Con una imagen totalmente renovada y muy dinámica, el boletín de mayo preparado por la organización de la JMJ '08 para esta experiencia de e-PEREGRINACIÓN> se centra en esta ocasión en un versículo del Evangelio de Juan (21,12): la invitación de Jesús Resucitado, en su tercera aparición a sus discípulos, «Venid y comed».
Jesús «te da de comer»; «te das cuenta de que para Jesús no hay ningún "don nadie". ¡Él quiere a personas de todo tipo y para Él todos son VIP!», escribe el obispo Anthony Fisher O.P. –coordinador del evento- al joven lector en su habitual "Mensaje de esperanza" de apertura del boletín.
Y esa es la experiencia de encuentro a la que el prelado invita en la Jornada Mundial de la Juventud 2008.
En el tema de la Resurrección se profundiza en la sección «Fundamentos de fe»: «La resurrección corporal de Jesús era tan importante para los evangelistas que casi todos los episodios que narran muestran la dimensión física del encuentro que tuvo con sus discípulos»; «les invitó a tocar sus llagas gloriosas, comió con ellos, le abrazaron».
«La fe en la resurrección de Jesús es clave para la fe cristiana y se expresa en los Evangelios como la culminación de la revelación de Jesús como el Hijo de Dios hecho Carne», se lee en ePEREGRINACIÓN>.
«La fe cristiana se puede resumir de este modo -sintetiza-: el Padre mandó al Hijo para darnos el Espíritu, para que por medio del Espíritu seamos hijos en comunión con Dios».
«Vida nueva para el cuerpo (resurrección) y vida nueva para el alma (perdón). Esta es la promesa de Pascua, el regalo de Pascua que Jesús nos hace. Ambas cosas nos demuestran el amor de Dios derramado por nosotros en el Espíritu Santo», explica el boletín.
Para facilitar la comprensión de estos fundamentos, se invita al joven e-peregrino a leer los «Escritos inspirados», un apartado en el que se propone parte de la homilía de la Vigilia Pascual (del pasado 7 de abril) de Benedicto XVI.
«Sólo Cristo resucitado puede llevarnos hacia arriba, hasta la unión con Dios, hasta donde no pueden llegar nuestras fuerzas. Él carga verdaderamente la oveja extraviada sobre sus hombros y la lleva a casa», subraya el Papa.
El «Testimonio de fe» del director de Evangelización y catequesis para la JMJ'08 se suma a los contenidos del boletín, proponiendo una mirada a Tierra Santa, donde peregrinó la archidiócesis australiana de Melbourne durante el gran jubileo del año 2000.
«Para muchos de nuestros peregrinos –reconoce Steve-, esta visita al Santo Sepulcro que realizamos a causa de nuestra fe en la gloriosa Resurrección corporal de Jesús, se convirtió en el culmen de nuestro peregrinaje».
De hecho la Iglesia del Santo Sepulcro, en Jerusalén, es también el «Lugar de peregrinación» propuesto para este mes, uno de los sitios más antiguos e importantes de meta del itinerario cristiano.
En ese punto, el 26 de marzo de 2000 Juan Pablo II oró, y expresó: «Aquí en el Santo Sepulcro y Gólgota, mientras renovamos nuestra profesión de fe en el Señor resucitado, ¿podemos dudar de que en el poder del Espíritu de la vida se nos dará la fortaleza para vencer nuestras divisiones y trabajar juntos para construir un futuro de reconciliación, unidad y paz?».
El boletín de mayo e-PEREGRINACIÓN>, titulado «Venid y comed» (Jn 21,12), se puede descargar en formato «pdf» desde el enlace http://www.wyd2008.org/index.php/es/content/download/58584/418984/file/Epilgrimage_May_2007_edition_es.pdf .
Del 15 al 20 de julio de 2008 la ciudad de Sydney acogerá la JMJ que reunirá a jóvenes de todo el mundo en torno al Papa. Se espera medio millón de peregrinos en esta primera visita de Benedicto XVI a Australia.
«Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que descenderá sobre vosotros, y seréis mis testigos» (Hechos 1, 8) es el lema elegido para la convocatoria.
Más información e inscripciones en la web plurilingüe de la JMJ'08: www.wyd2008.org.
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