Para
un entrenador principiante, que está comenzando a desarrollar su
actividad en los banquillos, es muy importante saber que errores no
debe de empezar a cometer, y de esa forma crear un mal hábito,
cuando una y otra vez los vuelva a repetir.
Si
alguien que está iniciándose en el mundo del fútbol no quiere que
su futuro como técnico se tuerza casi
antes de empezar, tiene que comenzar desde el primer día a ir
conociendo cuales son las exigencias propias del cargo que desempeña.
Es
importante tener claro al empezar, cual es el camino a elegir y que
dirección tomar, aunque también es bueno equivocarse, sobre todo al
principio, para aprender de los propios fallos, pero si los tropiezos
son siempre en la misma
piedra
y de forma continua, hay que pararse, reflexionar y darse cuenta de
lo que uno está haciendo mal, y encontrar lo antes que sea posible
el indicador que conduce a la senda correcta.
Vamos
a detallar a continuación algunos, de los que a nuestro juicio, son
errores habituales a los que suelen apuntarse, casi de forma
mayoritaria, los entrenadores noveles, pero no los presentamos en
orden de mayor o menor importancia, ya que son todos, aspectos
negativos que cuanto primero sean eliminados del comportamiento de la
persona que los comete, más se verá beneficiada ésta en el
desempeño de su labor.
1)
Considerarse
inferior a otros entrenadores más experimentados,
cuando
uno se enfrenta a ellos en una determinada competición. Los partidos
hay que jugarlos y nunca se deben dar por perdidos de antemano, con
independencia de quien se siente en el banquillo contrario.
Lo
que siempre debe de hacer un principiante con relación a un
entrenador veterano es, aprender de él todo lo sea posible,
lógicamente, siempre que el técnico experimentado sea alguien que
ha demostrado a lo largo de su trayectoria, la capacidad y los
conocimientos necesarios, ya que solo con tener
años,
no es suficiente, aunque esto es extensible a cualquier otra
profesión, no solo a los entrenadores de fútbol.
2)
Tener
la autoestima baja. Pensar que uno no está capacitado en cuanto
llegan los primeros reveses.
Cuando por la ventana de la competición, asoma la
cabeza de la derrota,
y afloran los pensamientos negativos instalándose cerca del
entrenador y se convierten en un huésped
molesto que
no se marcha nunca.
Todo
lo anteriormente expuesto genera en alguien inexperto dentro del
mundo del fútbol, una especia de dialogo interior que lo aleja de
las actitudes positivas y le machaca
la cabeza diciéndole que arroje
la toalla
y que se dedique a otra cosa.
A
esa especie de Pepito
Grillo Cabroncete,
que incansable zumba
el oído,
hay que ignorarlo por completo, no hacerle el mínimo caso, solo así
evitaremos que nos arrastre a sitios donde luego es complicado salir.
3)
Ponerse
de forma permanente de mal humor, cada vez que se tenga el más
mínimo contratiempo.
Y esto en el fútbol es moneda habitual, así que quien quiera llegar
a algo como entrenador, debe de saber adaptarse
en todo momento a las circunstancias, que por supuesto, no tiene nada
que ver con tragar,
eso es otra cosa, que al menos daría para un libro completo o
incluso una colección.
La
adaptación
consiste en tener una gran capacidad de amoldarse a la situación del
momento, ser plastilina
y no cemento, ser hierba y no bambú,
saber evitar los
cabezazos contra la pared una
y otra vez. Esto es diferente, a ser permisivo,
manipulable y servil,
en definitiva, los que se conoce como ser una Marioneta,
quién actúe de esta forma, no tendrá ningún futuro como
entrenador, vamos, ni como entrenador ni como profesional de
cualquier otra actividad. Puede que para obtener beneficios a corto
plazo pueda ser práctico, pero a la larga los que se empeñan
permanentemente en andar
de rodillas,
acaban siendo víctimas de su propia sumisión
al poder establecido.
Una
persona se puede enfadar por algo que no tiene previsto que suceda y
le pilla
desprevenido,
pero cuando hay hechos que se repiten con cierta frecuencia, hay que
tener previstas, en la medida que se pueda, las posibles soluciones,
es una forma de evitar cabreos
inútiles, que únicamente, sirven para cargar al individuo, el
entrenador en este caso, de energía negativa.
El
trabajo de un técnico de fútbol, está salpicado de situaciones que
de forma continua se producen en el
día a día de
su actividad laboral, y hay que saber sacarle el máximo provecho al
conocimiento que se tiene de las mismas, para minimizar el efecto
dañino que pueden producir en el equipo, y estamos hablando de
lesiones, sanciones, enfermedades, condiciones climáticas estado del
terreno de juego, presiones de la directiva, comentarios de la
prensa, descontento de la afición y otras cosas, a veces tan
absurdas, que no merece la pena ni comentar, pero que incesantemente
sirven para poner obstáculos a la labor del entrenador, que tratará
de transformarse en un aplicado saltador,
y procurar por todos los medios de salir en cada
caso
lo menos dañado posible. En este sentido, hay que decir que el
técnico poco experimentado, lo va tener mucho más complicado, que
aquel que ya lleve muchos años de experiencia en los banquillos, que
con casi toda seguridad, habrá aprendido (por la cuenta que le trae)
a intuir con bastante antelación la aparición de la tormenta.
4)
Ponerse
demasiado nervioso en los partidos
y
gritar excesivamente desde el banquillo, dando sensación de
intranquilidad, poco dominio de la situación, y transmitiendo
indicaciones confusas que en nada favorecen la comunicación entre el
técnico y sus futbolistas. Esto no quiere decir, ni mucho menos, que
el entrenador ha de estar en el banquillo como una estatua, pero sí,
tiene que procurar que una excesiva agitación en su estado
emocional, no sea un impedimento para cumplir correctamente con las
exigencias que su actividad profesional le exige, y más a partir de
ciertos niveles. Si
el que dirige, no sabe bien como hacerlo, habrá que suponer lo
nefasto que esto puede ser para los dirigidos.
Cuando
alguien se encuentra excesivamente presionado o vive situaciones con
demasiada tensión, tiene que procurar, lo primero, calmarse para no
transmitir su estado de alteración al equipo que entrena, y lo
segundo, pensar muy bien todo lo que dice, para no arrepentirse al
día siguiente de las palabras pronunciadas, y esto sucede con
bastante frecuencia en el mundo del fútbol, que uno es víctima de
lo que dice en un determinado momento de calentura,
y a veces es bueno saber morderse
la lengua
a tiempo, eso no quiere decir que haya que decir lo que se piense,
pero siempre en el momento y entorno adecuados.
Con
relación a lo anteriormente indicado, tenemos por ejemplo, la
situación que se produce cuando después de haber perdido un
partido, y al final del mismo, el técnico riñe de forma contundente
a sus jugadores por que no se han molestado lo suficiente y no han
disputado el encuentro con las ganas y agresividad necesarias para
conseguir la victoria, o incluso, también cuando los futbolistas han
hecho caso omiso a las indicaciones del entrenador desde el
banquillo, aún así, cuando el partido termina, y el deportista
todavía se encuentra en un estado de alteración tanto a nivel
físico como psicológico propio de la competición, no es el momento
propicio para las recriminaciones, siempre es mejor esperar al primer
entrenamiento de la semana. Una vez que las horas han transcurrido,
las cosas se ven de forma diferente, y es el momento de analizar con
más tranquilidad, aunque con la contundencia que sea necesaria, lo
que ha ocurrido en el último partido.
Cuando
un entrenador, no tiene aún los años de bagaje futbolistico
necesarios para dominar en un tanto por ciento muy elevado los
entresijos de su profesión, muchas veces, no se da cuenta de los
errores que comete (también les sucede a un entrenador veterano,
pero esto es menos probable, aunque novato o experto, siempre estamos
hablando de personas y no de máquinas), y es probable, que ante
determinas situaciones de excesiva presión en su entorno, que le
producen momentos de gran enfado, presente una serie de síntomas
concretos en su comportamiento de los que no suele ser consciente.
Tiene el pulso acelerado, le tiemblan las manos, tartamudea o se
traba al decir alguna frase, la expresión de la cara le cambia y su
rostro lo delata, en algunos casos, éste, es más parecido al de un
asesino
en serie
que al de un profesional del fútbol. Por eso, hay que tratar en todo
momento de no perder
los papeles,
como vulgarmente se suele decir, esto es fundamental, hay que saber
contar
hasta diez
y esperar al día siguiente para hacer las reprimendas oportunas,
para corregir errores y analizar conductas, también, y esto es
imprescindible tenerlo en cuenta, hacer la auto-crítica
correspondiente, seguro que pasadas unas horas del final de la
competición, las cosas se ven de distinta forma, y si quien ejerce
la actividad de entrenador, es exigente consigo mismo, se dará
cuenta de los fallos que a nivel personal ha cometido, y esos son de
uno
mismo,
no se le puede echar la culpa ni a los jugadores propios ni al equipo
contrario.
5)
Utilizar
la victoria,
si es que se ha conseguido, como si fuera el remedio de todos los
males, una especie de falsa
píldora de la felicidad que
todo lo cura, y traslada al técnico (principiante) de turno a un
engañoso
estado
de euforia
permanente. Pero ¡cuidado! esto es irreal, atonta, anestesia y
empalaga de tanto relamerse con el partido
ganado,
sobre todo cuando ya estamos en el primer entrenamiento de la semana,
y lo único que debe de importarle al entrenador es el próximo
partido, solo en eso, debe de estar pensando, única y
exclusivamente. Si el técnico, está más pendiente de lo que paso
ayer
que de lo hay que hacer hoy,
ya no está comportándose como un buen
profesional,
y lo que en realidad demuestra, es que todavía está muy
verde para
desempeñar el cargo que inmerecidamente ocupa.
Existen
por supuesto, muchos más errores que el entrenador que empieza puede
cometer en los inicios de su actividad, lo importante, es ser
consciente de las equivocaciones cometidas para no volver a
repetirlas y sobre todo, sacar el máximo provecho de los fallos,
para aprender de ellos, para transformar lo negativo en positivo,
para ir construyendo poco a poco una base cimentada en el
conocimiento que aporta la actividad de cada día a través del
trabajo realizado en cada sesión de entrenamiento, y las vivencias
experimentadas en cada partido disputado, y siempre con la mentalidad
abierta para adquirir nuevos aprendizajes, para actualizarse y
evolucionar en busca de un nivel profesional lo más alto posible.
(Paco Arias. Entrenador Nacional de Fútbol. España).