La
capacidad, los conocimientos y la experiencia de un entrenador, son
elementos fundamentales para valorar su nivel profesional.
Un
técnico es bueno cuando demuestra, que sabe preparar y dirigir a un
equipo, con todo lo que eso lleva consigo, y esto no tiene nada que
ver, con entrenar en una u otra categoría. Sirve lo mismo, para
quien lo hace en alevines o en primera división, o si el entrenador
en cuestión, cobra mucho, poco o nada por realizar su trabajo.
Tampoco es cuestión de tener un historial lleno de títulos (sin
desmerecer por supuesto, el valor que ello tiene), ya que hay muchos
técnicos que no los han ganado nunca, sin embargo, han pasado gran
parte de su actividad profesional, evitando el descenso de los
equipos (generalmente modestos)
que han dirigido, o incluso ascendiéndolos de categorías inferiores
a los niveles más altos de la competición, esa en la que los
millones de euros van y vienen como calderilla en el cepillo
de las iglesias.
Dejando
a un lado el mundo del fútbol
profesional,
no podemos olvidarnos de los entrenadores que trabajan con la base,
los cuales, con independencia de conseguir este o aquel campeonato,
se dedican a formar
y preparar
a los futbolistas del futuro, con el enorme mérito que eso supone, y
lo mal pagados que están la mayoría de ellos, y en muchos casos,
también muy poco valorados a nivel profesional.
Por
último, y de forma general, es de justicia acordarse de esos
técnicos que llevan una gran cantidad de años en el fútbol y por
lógica, sus muchas temporadas en los banquillos, les han permitido
atesorar una enorme experiencia, ya sea entrenando a niños, a
jóvenes promesas o a jugadores curtidos ya en mil
batallas, y
que en bastantes ocasiones, siempre dejan en el club que los
contrata, el sello
personal
de su incuestionable profesionalidad. Y esto, no siempre es fácil de
conseguir, en especial en lo referente a los resultados, ya que
muchas veces, hay entrenadores que tienen que competir en una
desigualdad de condiciones enormes con relación al colega que tienen
en frente durante la disputa de un partido. Si utilizamos un símil
automovilístico, muy bien se podría decir, que
unos participan en la carrera conduciendo un utilitario, mientras
otros lo hacen a bordo de un Fórmula 1,
pero es lo que hay, para poder participar, muchos no tienen más
remedio que aceptar la enorme desventaja.
Los
que han vivido lo anteriormente dicho, saben de sobra lo que estamos
diciendo y no hace falta dirigir equipos en una categoría
determinada, lo dicho, vale exactamente igual para juveniles,
regionales o la Premier
League.
Una
vez realizada la introducción expuesta, hay que decir generalizando,
para no entrar en otras cuestiones más específicas, que un buen
entrenador
se caracteriza por lo siguiente:
Tener
unos conceptos
muy claros
sobre la forma de jugar que quiere conseguir con su equipo y que va
a determinar el estilo que lo caracterice.
Debe
de saber transmitir
su propia filosofía a
los jugadores, para que la teoría pueda ser llevada a la práctica
sabiendo desarrollarla sobre el terreno de juego. No es suficiente
con hablar de planteamientos
perfectos
que se demuestran en una pizarra, pero que se esfuman una vez que la
tiza con la que se han escrito, desaparece bajo la esponja de
borrar, ya que son demasiado irreales para poder trasladarlos con
eficacia al campo competitivo.
Utilizar
con eficacia, determinadas herramientas
psicológicas
y para ello, es imprescindible poseer unos conocimientos básicos
que de forma general permitan un dominio de ciertos aspectos del
comportamiento humano. Por supuesto, que no hace falta que el
entrenador sea un Licenciado
en Psicología,
pero lo que sin duda alguna, le va a ayudar a la hora de realizar
mejor su trabajo, es darse cuenta de las diferentes personalidades
con las que se va a encontrar en un grupo tan variopinto como el
formado por un equipo de fútbol, algo muy necesario para obtener el
máximo rendimiento posible de cada futbolista tanto a nivel
personal como deportivo.
Otro
aspecto fundamental, se refiere al concepto motivación,
es decir, saber transmitir al grupo que dirige, lo que pretende
conseguir, en base a establecer los objetivos y la forma de
lograrlos, y ha de hacerlo con un gran poder de convencimiento y una
enorme ilusión para contagiar el entusiasmo a sus futbolistas por
el reto propuesto. Al equipo hay que saber mentalizarlo para que
crea firmemente en sus posibilidades y elevar el nivel de
auto-confianza de todos y cada de sus componentes.
Un
entrenador debidamente capacitado para ejercer su actividad, es
aquel que sabe manejar y gestionar el vestuario.
Un equipo de fútbol, es un colectivo formado por individuos muy
diferentes, como vulgarmente se suele decir, de
distinta madre,
que el técnico ha de saber encajar para que todos los miembros del
grupo vayan en la misma dirección, dejando a un lado, egoísmos
personales y dediquen todo su esfuerzo al beneficio de la
colectividad.
También
se podría añadir a lo dicho, que ser buen
entrenador,
nada tiene que ver con ser un entrenador
mediático,
o tener más o menos nombre, ni salir con relativa frecuencia en
distintos medios de comunicación. Simplemente, se trata de tener
capacidad para llevar a cabo con la máxima eficacia, la preparación
y dirección de un equipo, y para eso, hay que poseer los
conocimientos necesarios a nivel físico, técnico, táctico,
estratégico, psicológico y de gestión de un grupo humano, haciendo
especial hincapié en el apartado referente al liderazgo, y al mismo
tiempo llegar a un nivel en el que la experiencia acumulada tras
muchos años de profesión, aporta una visión muy clara de la
realidad, que es de enorme utilidad, para no perder el tiempo en
experimentos inútiles, para tener en todo momento los pies
en el suelo,
y en especial para no verse nunca desbordado por los acontecimientos,
algo que en un mundo en agitación
permanente
como el del fútbol, es moneda de cambio habitual.
Al
final, todo se traduce en un solo objetivo, ni más ni menos, que
cometer el menor numero posible de errores, así de sencillo.
(Paco Arias. Entrenador Nacional de Fútbol. España).